Abstract

La academia como campo laborar presenta dinámicas y reglas específicas, Soledad Martínez (2012) menciona que, “el trabajo académico pone la subjetividad femenina en la encrucijada de definirse como mujeres o académicas”. La vida académica así como los estímulos académicos están basados en la productividad. Producción de artículos, ponencias, libros, formación humana, divulgación y docencia, todas estas actividades que permitirán tener acceso a plazas de tiempo completo, Sistema Nacional de Investigadores, PROMEP, estancias académicas entre otros, requiere que los académicos dediquen esfuerzo, pero sobre todo tiempo para lograr las metas y los estándares establecidos. Dentro de este contexto está una realidad visible y expuesta, hay mayor número de hombres que presentan proyectos y menor número de mujeres a las que se los adjudican (Martínez, S. 2012), el tiempo, las convocatorias, los tiempos de proyectos, son los mismos en cuanto al número de horas, pero no es el mismo en cuanto a uso y distribución. El tiempo que exige el campo académico impacta directamente en la dinámica familiar, Sarcosti (2006 en Martínez, S. 2012) habla de mujeres en tránsito, mujeres buscando una consolidación en el campo académico y un equilibrio en el ámbito familiar. Este caminar requiere de cambios en las estructuras mentales y culturales.